Aunque los alemanes no quieran hablar de su pasado y se avergüencen de haber tenido a Hitler doce años en el poder (1933-1945) sin haber logrado apearlo del machito, hay miles de historias de personas con sentido común y valentía que dijeron un simbólico y publico: «Yo, no». Algo así como «conmigo que no cuenten; no pienso colaborar con el nazismo».
Aunque la mayoría se dejo abducir la mente por un loco, y muchos callaron por cobardía, otros alemanes, mas de 130.000, fueron asesinados por oponerse al Führer; 180.000 fueron encarcelados y mas de un millón sufrieron interrogatorios y torturas de la temida Gestapo. Muy poco se sabe de estos opositores al nazismo desde el interior de la bestia. Posiblemente el más conocido sea el conde Schenk von Stauffenberg, cabecilla de un importante sector del ejército que atentó contra el dictador en julio de 1944, y fracasó. Él y sus camaradas fueron pasados por las armas. Pero entre esa oposición destaca el grupo de La Rosa Blanca. Formado por estudiantes de la Universidad de Múnich, tenían en el idealismo, la palabra y las ideas, las armas más peligrosas para alzarse contra el nazismo. Era una lucha romántica, pero muy temida por el poder.
Los fundadores de este movimiento subversivo eran unos estudiantes de Medicina llamados Alexander Schmorell y Hans Scholl. A ellos se sumaron Christoph Probst, un antiguo compañero de colegio de Schmorell; Willi Graf, otro estudiante de Medicina y Sophie Scholl, la hermana de Hans, que se decanta por la Filosofía.Todos ellos rondaban los veinte años. Las lecturas de Stefan Zweig, Thomas Mann, Rilke, Maritain, Bernanos, Bloy, san Agustín o Pascal empujan a estos jóvenes a interiorizar cada vez más argumentos contra el nacionalsocialismo. Se reunían a menudo en casa de los Scholl para discutir sobre la situación de su país y contraponer las tesis nazis. En la avidez por encontrar sólidas ideas contra el nazismo se topan con la revista Hochland, que dirigía un pensador de 74 años llamado Carl Ruth, y que según los componentes del futuro grupo de resistencia representaba «la roca intelectual entre las olas del mar nacionalsocialista». En Hochland también escribía un intelectual catolico llamado Theodor Haecker, cuya obra «¿Qué es el hombre?» se convertiría en “el libro más importante a la hora de preparar la resistencia«, según uno de sus componentes.
Un ajuste de cuentas intelectual, con el nazismo
La obra era un «ajuste de cuentas colérico y profético con los nuevos dominadores, sus precursores y sus seguidores”. Las reuniones y las cartas entre ellos se sucedían, y la indignación por la situación del país aumentaba la tensión corporal del grupo. ¿Qué podemos hacer para remediar en algo este desastre?», se preguntaban. La respuesta la dio indirectamente el cardenal Graf von Galen, mas conocido como «el león de Münster». El valiente purpurado lanzaba unas incendiarias homilías contra las tropelías nazis, que transcribía posteriormente y las repartía por toda la ciudad en hojas volanderas.»Por fin alguien con valentía para hablar. Lo que tendríamos que tener es una multicopista«, insistía Hans Scholl. Inspirados por el obispo, a los pocos días habían comprado un hectógrafo usado, una máquina de escribir, papel y matrices. Iniciaba así la andadura el grupo de oposición al nazismo La Rosa Blanca. El objetivo era luchar contra Hitler con el arma de la palabra. Distribuir por correo hojas volanderas con soflamas anti nazis y pintar graffitis en las paredes con lemas como “¡Abajo Hitler!» con la cruz gamada tachada, o «iLibertad!”.
Oponer resistencia con la palabra
El inicio de la primera Hoja no tiene desperdicio: «Nada es mas indigno para un pueblo civilizado que dejarse `gobernar’, sin oponer resistencia, por una camarilla irresponsable que se deja llevar por sus bajos instintos. ¿No es cierto que, hoy en día, todo alemán honrado se avergüence de su gobierno? ¿Quién alcanza a vislumbrar el alcance de la ignominia que sobrellevará sobre nosotros y sobre nuestros hijos, cuando haya caído la venda de nuestros ojos y salgan a la luz del día los horrendos crímenes, que superan toda medida?”. El texto terminaba con una cita de Goethe:» iLibertad! iLibertad!”, y con una peticion: «Le rogamos que haga cuantas copias pueda de este escrito y las difunda». Escrito al alimón por Hans Scholl y Alex Schmorell, lograron poner en circulación más de 3.000 ejemplares.
Un manual para articular la resistencia contra Hitler
La tercera Hoja tenía como finalidad articular una resistencia. Era eminentemente practica: «Muchos, quizá la mayoría de los lectores, no saben como pueden ejercer la resistencia. No ven la posibilidad de hacerlo. Nosotros vamos a intentar explicarles cómo cada persona individual está en condiciones de contribuir a derrocar este sistema. El sentido y el objetivo de esta resistencia es conseguir que caiga el nacionalsocialismo». La Rosa Blanca reclamaba un sabotaje definitivo a todo lo que tuviera que ver con el Gobierno o el partido Nazi. Proponía sabotear las fábricas de armamentos, la industria bélica, reventar las reuniones sindicales, obstaculizar la distribución de los diarios afines al Führer, impedir los actos culturales en pro de la exaltación del ideal hitleriano… Un enfrentamiento total.
«Hay que detener a estos traidores»
La cuarta Hoja era aún más explicita contra el régimen: «Cualquier palabra que procede de la boca de Hitler es mentira. Cuando dice paz esta pensado en la guerra, y cuando de modo blasfemo menta el nombre del Todopoderoso, esta pensando en el poder del malingo, del ángel caído, de Satanás. Su boca son las fauces malolientes del infierno». Con semejante desafío y mas de 5.000 ejemplares distribuidos por toda la ciudad de Múnich y otras poblaciones cercanas, no era de extrañar que la Gestapo, la policía secreta, hubiera nombrado a un experimentado inspector, Robert Mohr, para detener a los autores de estos textos que «atentaban» contra la seguridad del Estado. En «las altas instancias» estaban preocupados por este movimiento de oposición que amenazaba con extenderse por toda la nación. La orden de Berlin era clara: «Hay que detener ya a estos traidores”. A los pocos días, el núcleo fundacional de La Rosa Blanca era arrestado e interrogado en las dependencias de Gestapo. Willi Graf, uno de los detenidos, había dejado escritas unas cuartillas sobre los peligros que asumían los componentes del grupo: “Éramos plenamente conscientes de lo extraordinariamente peligroso que suponía lo que estábamos haciendo, y que cada uno tenía que decidir por sí mismo si estaba dispuesto a sacrificar su vida por esto. Como cristianos conocíamos la superación del mal por la muerte; por tanto, el éxito no nos parecía importante; creíamos más bien que había llegado el momento de comenzar esa protesta moral porque nuestra conciencia nos obligaba a ello”.
Condenados a muerte
Los hermanos Scholl, Alex Schmorell, Willi Graf, Kart Huber y Christoph Probst serán declarados culpables de los cargos de alta traición, ayuda al enemigo y desmoralización de las tropas por un tribunal presidido por un juez de la máxima confianza de Hitler, siendo condenados a la pena de muerte. Otros diez miembros del grupo sufrirán reclusión de cárcel entre seis meses y diez años por «acciones subversivas”.
Seis hojas volanderos que desestabilizaron al Nazismo
La Rosa Blanca llegaba a su fin.Tras seis Hojas volanderas repartidas a diestro y siniestro, y cientos de graffitis esparcidos por Múnich, las acciones subversivas de estos jóvenes veinteañeros se abortaban por la acción de la Gestapo. Sesenta años después, casi todas las poblaciones alemanas tienen una calle o plaza dedicada a recordar la memoria de estos valerosos universitarios.
Eran pocos y jóvenes, pero con los escasos medios que tenían a su alcance fueron capaces de plantar cara al mal que encarnaba en ese momento el nazismo, arriesgando sus vidas y sin importarles el fracaso humano. Lograron liberarse de las falsas prudencias o justificaciones que suelen invitar a la omisión, y hoy son un ejemplo de cómo defender los derechos de las personas.
Álex Rosal
Publicado originalmente en la revista Chesterton
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